viernes, 31 de diciembre de 2010

Autismo Infantil

El autismo infantil es un trastorno en el desarrollo de las funciones cerebrales del niño, que afecta a sus posibilidades de comunicación emocional con otras personas y a la organización de la conducta en su vida diaria.






El autismo puede manifestarse desde el primer año de vida y afecta a una proporción de niños del 0,5 al 2 ó 3 por mil según diferentes estudios, con una incidencia mayor hacia niños que hacia niñas. Los niños autistas tienen dificultades en las habilidades empáticas, son incapaces de percibir los estados emocionales de los demás y tienden a actuar de forma mecánica repitiendo rígidamente esquemas aprendidos.
Aunque las causas del autismo son aún desconocidas, se barajan diversas teorías:
  1. El autismo infantil puede ser consecuencia de las relaciones del niño autista y su entorno y medio social.
  2. El autismo infantil puede ser producto de deficiencias y anormalidades cognitivas, ya que parece tener una base neurológica, aún no demostrada.
  3. El autismo infantil puede surgir a partir de determinados procesos bioquímicos básicos, por ejemplo, un exceso de secreción de Serotonina encontrado en las plaquetas de los niños autistas

Esta descripción puede verse acompañada de otros síntomas que pueden indicar la presencia de autismo:
  • Al niño autista le cuesta reconocer la existencia y los sentimientos de los demás.
  • El niño autista no busca consuelo en momentos de aflicción.
  • El niño autista es incapaz de imitar o establecer actividades imaginativas, como jugar a ser adulto.
  • El niño autista rechaza el juego social.
  • El niño autista carece de vías de comunicación adecuadas.
  • El niño autista presenta una marcada anormalidad en la comunicación no verbal, anomalías en la emisión del lenguaje con afectación y en la forma y contenido del lenguaje.
  • El niño autista realiza movimientos corporales estereotipados.
  • El niño autista muestra una preocupación persistente por parte de objetos.
  • El niño autista presenta una intensa aflicción por cambios en aspectos insignificantes del entorno.
  • El niño autista insiste irrazonablemente en seguir rutinas con todos sus detalles.
  • El niño autista tiene una limitación marcada de intereses, concentrándolos en un interés particular.
La característica más sobresaliente es una mirada que no mira pero que traspasa. La clínica varía dependiendo de la etapa del desarrollo evolutivo en la que nos encontremos. Así en el lactante nos encontramos con un balbuceo monótono del sonido, balbuceo tardío, parece no preocuparse de la gente o del entorno, no importándole tampoco ni la comida ni el contacto.
Permanece rígido sin lenguaje gestual ni imitación del adulto. No sigue a la madre y puede entretenerse mucho con un solo objeto sin llegar a entender para qué sirve. No atribuye un significado al mundo real que lo envuelve.
En la etapa preescolar, el niño autista se muestra extraño, no habla. Le cuesta asumir la entidad “yo” e identificar a los otros.
No muestra contacto (físico, oral, visual). Si a los cinco años hablan utilizan un lenguaje diferente de los otros niños. Pueden presentar conductas agresivas. Sus respuestas sensoriales son anormales (podría no reaccionar frente a una gran explosión).
En la etapa escolar ya sería un gran éxito que hayan podido ingresar en la escuela. Si se les aísla pueden llegar a autoagredirse. En la adolescencia diremos que 1/3 de los autistas suelen sufrir ataques epilépticos lo cual hace pensar en una posible causa nerviosa. En esta edad suelen haber actuaciones de carácter sexual como por ejemplo, exhibiciones, abrazar a las chicas por la calle. Persiste el déficit de comunicación y el mantenimiento de la fijación de ideas.
Características del autismo infantil
  • Marcada falta de reconocimiento de la existencia o de los sentimientos de los demás.
  • Ausencia de búsqueda de consuelo en momentos de aflicción.
  • Ausencia de capacidad de imitación.
  • Ausencia de juego social.
  • Ausencia de vías de comunicación adecuadas.
  • Marcada anormalidad en la comunicación no verbal.
  • Ausencia de actividad imaginativa, como jugar a ser adulto.
  • Marcada anomalía en la emisión del lenguaje con afectación.
  • Anomalía en la forma y contenido del lenguaje.
  • Movimientos corporales estereotipados.
  • Preocupación persistente por parte de objetos.
  • Intensa aflicción por cambios en aspectos insignificantes del entorno.
  • Insistencia irrazonable en seguir rutinas con todos sus detalles.
  • Limitación marcada de intereses, con concentración en un interés particular.
La primera parte del diagnóstico suele consistir en la detección. A la hora de hablar de su hijo con el médico, sus propias observaciones e inquietudes sobre su desarrollo serán cruciales para ayudar al diagnóstico del niño.



La revisión de vídeos y fotografías familiares puede ayudarle a recordar cuándo observó un comportamiento determinado en el niño por primera vez y cuándo alcanzó hitos de desarrollo concretos.
Para ayudar al diagnóstico, se han desarrollado una serie de instrumentos de detección para la recopilación de información acerca del desarrollo social y comunicativo del niño en un entorno médico.
Algunas pruebas de detección se basan en las respuestas de los padres a un cuestionario, mientras que otras lo hacen en una combinación de sus informes y observaciones. El señalar y pretender jugar son instrumentos clave para ayudar a diferenciar a un niño con autismo de otros grupos antes de los dos años de edad. Es importante tener en cuenta que los instrumentos de detección por sí mismos no ofrecen un diagnóstico. Sin embargo, constituyen un indicador de que el niño puede tener TEA y de que es necesario seguir investigando.


Es posible que los métodos de detección anteriores no identifiquen a niños con TEA leve, como los que padecen autismo de alto funcionamiento o síndrome de Asperger. Por eso se han diseñado una serie de instrumentos de detección para el síndrome de Asperger y el autismo de alto funcionamiento u otras formas más leves de autismo. Estas herramientas se centran en el deterioro social y conductual de los niños sin retrasos significativos del lenguaje.

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